Leo llega al cierre del año con un brillo particular, una mezcla de orgullo por lo vivido y un deseo intenso de recuperar el control ...
Leo llega al cierre del año con un brillo particular, una mezcla de orgullo por lo vivido y un deseo intenso de recuperar el control de su propia luz. Este signo suele entregarse por completo a cada experiencia, y eso puede dejar residuos emocionales o energéticos que necesitan ser limpiados antes de comenzar un nuevo ciclo. El fin de año invita a Leo a detenerse un momento, observar qué lo fortaleció, qué lo desgastó y qué merece soltar para volver a sentirse auténticamente radiante.
Este ritual está diseñado para reconectar al signo con su centro, devolviéndole la vitalidad y la confianza que, en ocasiones, pueden haberse opacado por responsabilidades o tensiones acumuladas. A través de gestos simbólicos que honran su fuego interno, Leo puede renovar su energía, aclarar su visión y encender nuevamente su chispa creativa. Con ello, el nuevo año se convierte en una oportunidad de expansión personal y emocional desde un espacio más consciente.
El ritual de cierre de año para Leo comienza creando un ambiente donde pueda sentirse especial y en calma. Encender una vela dorada o naranja ayuda a activar su energía interna y representa la fuerza de su regente, el Sol. Colocar cerca un objeto que simbolice su grandeza —como una joya, una fotografía significativa o un accesorio que aprecie— le permitirá conectar con su identidad y con lo que realmente quiere conservar. Esta preparación abre el espacio para que su energía fluya desde un lugar más luminoso.
El siguiente paso consiste en identificar aquello que apagó su luz durante el año. Leo debe escribir en una hoja tres momentos que le generaron frustración, desgaste emocional o sensación de pérdida de brillo. No se trata de culpar ni de revivir heridas, sino de reconocer en qué situaciones cedió su fuerza o se desconectó de sí mismo. Observar estos puntos con honestidad le permite comprender qué patrones debe transformar para entrar al nuevo ciclo con una energía más potente y equilibrada.
Después de este reconocimiento, Leo debe hacer un acto simbólico de reclamación de su poder personal. En una segunda hoja, escribirá tres cosas que desea recuperar: su creatividad, su entusiasmo, su seguridad, su libertad emocional o cualquier aspecto que sienta que pertenece a su esencia. Una vez escrita, debe doblarla y sostenerla entre sus manos mientras respira profundamente, visualizando cómo esa energía vuelve a encenderse dentro de su pecho. Guardar esa hoja en un lugar especial refuerza su compromiso con su propia expansión.
El ritual culmina con un gesto que sella la renovación del signo. Leo puede pasar sus manos alrededor de la llama de la vela —sin tocarla— como si recogiera simbólicamente su luz, imaginando que esa energía ilumina su campo emocional. Luego, puede apagar la vela con un soplo suave, visualizando que se lleva consigo una chispa renovada que lo acompañará al nuevo año. Este acto final representa la integración de su fuerza personal y la apertura de un ciclo donde su brillo vuelve a expresarse sin restricciones.
Al realizar este ritual, Leo recupera la claridad que necesita para avanzar con confianza hacia lo que viene. Su energía se vuelve más cálida, más dirigida y más fiel a su esencia, permitiéndole sentir que lo valioso permanece y lo que le restaba fuerza se disuelve. Con esta renovación, el signo se abre a un nuevo ciclo con una vitalidad renovada, dispuesto a atraer experiencias que alimenten su luz y fortalezcan su camino.

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